Muchos lugares se quedan en nuestra memoria. A veces simplemente de manera temporal consciente y otras de forma permanente incluso sin ser muy conscientes de ello. Afloran alguna vez o muchas como recuerdo o, simplemente no sabemos que tan presentes las traemos ni como nos influye en nuestro día su memoria.
Es esa presencia conocida o ignorada la que nos empuja, de pronto, en un viaje a planearlo a ese lugar conocido bien como destino o como etapa.
Son en ocasiones las sensaciones, aromas, presencias o qué se yo, lo que componen el recuerdo y el lugar, tal vez, no sea necesariamente el argumento principal sino el referente mas sencillo para que nada de lo que vivimos se pierda en el olvido.
La 28, como la 129, en la zona de las Smoky Mountains no es un pretexto. Ha sido destino y es etapa imprescindible en muchos de los viajes que realizo a Estados Unidos. Son innumerables la vivencias y emociones que allí he vivido desde que en un viaje, sentado en un Starbucks en algún punto cerca de Houston un viajero me hablara de esos lugares. He viajado solo por allí, salvo un vez en que me acompañaron. Otras he encontrado viajeros por conocer y ya conocidos. Me he quedado días rodando esas carreteras empapándome de todo lo que mis ojos eran capaces de ver y mi alma de sentir. Desde un Verano abrasador hasta un fin de Primavera y Otoño amables, dulces. De un colorido sorprendente. No ha faltado la vez en que realmente habré estado casi absolutamente solo. No hay casi un rincón alrededor del Dragón que no me erice la piel. Sobre todo la zona del Tappoco Lodge y en la 28 rodeando el lago.
Y así los días planeando escapadas a lugares no visitados y viendo qué tanto vale la pena para no dejar de lado la oportunidad de regresar, por otros caminos, a algunos recurrentes.
La zona Este de Estados Unidos, aún sin llegar a la costa, presenta un variedad de paisajes y recorridos, inigualables en todo el país. Una belleza extraordinaria.
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