…Decía
una canción del extinto grupo musical gallego Golpes Bajos, Malos tiempos para
la Lírica…
Resiliencia
es el término que algunos recuperan para el acervo colectivo y con él denominar
la actitud que debe imperar en nosotros ahora. En El Momento.
¿Te
acuerdas de todo aquello que te pesaba? Cuando tu madre -porque eran las madres
casi siempre- te mandaba a los recados. A por el pan. A veces sisabas alguna
pesetilla o te comprabas un donut o algún dulce. A menudo al llegar a casa te
dejaban quedarte con el cambio y sin embargo, cuando estabas con los amigos
-otra gran tarea- te molestaba que te buscaran para ir a ayudar a casa.
Cruzabas,
los que hemos vivido en piso o apartamento, de un piso a otro de una puerta a
otra. Era normal andar entre casas, aunque no fui muy propenso a ello, era lo que se hacía. También teníamos por costumbre, y esa si era mía, bajar las escaleras de dos en dos o de tres en tres escalones y para subir igual. Siempre había una vecina que se quejaba.
Ya de adolescente la música entraba en nuestras
vidas. Los radiocasetes primero y más tarde, para algunos el Walkman. Ahí entró en mi vida. Bendito Walkman. Un reproductor de cassette, de Sony, mas pequeño que un libro de bolsillo que con unos auriculares conectados supuso una revolución. Mas
tarde algunos formatos más avanzados. Minidisc, CD, etc. Así comenzamos a
molestar a los vecinos con el “ruido” y aprendimos a aislarnos con los cascos,
primero de la familia y luego del mundo exterior.
El autobús y el metro. Otras grandes
aventuras que en un inicio fueron un descubrimiento y después
pasaron a formar parte de nuestra cotidianidad. Aprender a leer el mapa de líneas de metro y de autobús. Què numero tomar para ir a allí o a allá. Cual pasaba por tu casa o cerca, horarios de los nocturnos o del último para no perderlo.
El tren. ¡Que maravilla! poder
desplazarse tan lejos en tan poco tiempo jajajaja. Viajes en familia rodeados
de más familias. Interacciones intergeneracionales. Algún regaño por moverse
del asiento. Los aseos en movimiento procurando atinar jajajaja o desatinando a
propósito sin pensar en más. Éramos críos. Y de joven seguì viajando en tren y sobre todo de noche. Llegabas solo y bajabas con amigos. A veces algo màs , jajajaja. Dormir unos contra otros, conseguir asiento cuando ibas sin reserva. Era genial. Salías de noche de un sitio y llegabas justo a desayunar o un rato antes a tu destino para aprovechar el día. Hoy con la alta velocidad, allì donde existe, llegas en un santiamén por ejemplo de Madrid a Sevilla o de Paris a Londres aprovechando el Euro tunnel. Por cierto que yo he cruzado a través de él con mi moto en el tren.
Llegó el avión y el mundo cambió por
completo…. Si. Ya sé que todo eso existía. Me refiero a cuando llegó a nuestras
vidas. Y a la mía en particular. A los 14 años, para irme a estudiar solo a
otro país. Un cúmulo de miedos y de curiosidad al tiempo,
enormes. Lo desconocido. Otro idioma, otro entorno. Una moneda distinta, autonomía
casi absoluta y …. Responsabilidad. Esa palabra que se grabó en
mi vida a fuego.
Y
así el transcurrir del tiempo, los años. Descubrimientos menores
y mayores con un denominador común, la exaltación disminuye y la capacidad de
sorpresa también. Algunos son resultado del paso del tiempo como si éste de
verdad fuera, y no nuestras acciones /inacciones, el responsable de poner todo
en su sitio. Otros fruto de la mera casualidad. Pero esos, esos que perseguimos
como sueños; que fueron objetivos de vida y se consiguieron…, ¡que
alegrías nos han dado!.Tampoco olvidamos los que no supimos o no pudimos conseguir.
Otro
de los momentos que definiría como definitivos fue la bicicleta. Tuve desde muy
niño, varias y muy diversas. Pero aquella, la de carreras …. Esa fue mi primer momento real de libertad.
Salir a carretera solo….o con un amigo, compañero de andanzas casi toda la vida hasta la edad adulta en que nuestros caminos tomaron otros rumbos aunque mantenemos el contacto pese a estar cada uno en un paìs que no es el nuestro de origen. A unos pocos kilómetros ya parecería que andaba por el
mundo. Independencia. Otra gran palabra marcada a fuego desde mi más
tierna infancia.
EL
Coche. La primera palabra que dije de niño, según mis progenitores, fue esa. Ni
papá ni mamá ni nada parecido. Coche fue la primera. Y bien que marcó mi
existencia. Como la de tantos otros niños y adolescentes. Un objetivo. Tener
coche. Otro, correr en coche. Hoy, desde hace años, por ejemplo, no tengo. No encuentro, de acuerdo
con mi poder adquisitivo, alguno que me brinde las sensaciones que me proporciona
mi gran pasión vital de la que hablaré al rato.
Cosas
y más cosas que fueron sucediendo. Los fogones a los que me fui acercando por
curiosidad. Las cocinas siempre me han gustado y aprendí que
para que me dejaran estar en ellas y enredar, debía cumplir varios requisitos:
no lastimarme, no mancharme, dejar todo limpio y ordenado. Lavarme las manos
antes, durante y después. La limpieza y el orden. Seguimos sumando palabras a grabar en mi
existencia. Esas dos también resultaron definitivas para no tener problemas, entre otros, en el servicio militar. ¡Nunca entendí porqué eso es un problema para tanta gente!
Algún
escarceo con el vuelo sin motor, algo que me atraía sobre manera como el
paracaidismo (que luego me asustó); pero que mi situación económica no me permitía más allá de probar
y, que andado el tiempo, no acabó por fascinarme tanto como para poner mi esfuerzo
total en ello. El coche, correr y viajar era lo que más me fascinaba por completo. En
concreto y desde muy pequeño algo me hacía vibrar por encima de todo. Viajar.
Y por carretera sobre todas las cosas. Lo hice con mis padres desde muy muy pequeño y siempre fue de las mejores experiencias que recuerdo de entonces.
Pero
hubo algo. Más bien llegué a algo. Se convirtió en el sentido de mi vida.
¿Cómo iba yo a saber que aquel momento marcaría mi vida definitivamente ?. Fue absolutamente trascendental. Cuando me montaron en aquella moto. Flamante Bultaco Frontera 370. Mis
piernas apenas llegaban a los estribos traseros. Sin casco ni guantes ni nada.
Entonces era así. Todo se reducía avanzar y sentir. Sentir. Nada comparable. Ni
volar ni conducir un coche se asemejaba a aquello que sentí. Y me llamaban la atención. Las Vespas en particular, las Montesas, Bultaco, Ossa, etc. Llegué pues a mi
objetivo vital. Viajar en Moto. Y sobre esta necesidad en que se
convirtió conseguir ese objetivo, y hacer realidad mi sueño, fui construyendo a
trancas y barrancas mi vida. Mi primera moto una Vespa (soy
apasionado de las pequeñas avispas italianas, no concibo mi mundo sin ellas). Una
Vespa TX200. Con ella los primeros viajes alrededor de Madrid. No hubo rincón hasta
200 kms a la redonda que no recorriera. Junto a ella unos años después, una
moto de verdad. El sueño del viajero. Una R100RS de -BMW. Ya nunca
abandonaría esa marca y en estos días disfruto de varios modelos de la marca al
igual que un par de vespillas. Con aquella BMW empezaron los viajes. El campeonato
de turismo en España, concentraciones (reuniones de motoristas) por todo el país. Los primeros viajes a
Portugal, en moto. Mas tarde me fui a vivir a Francia y comenzó mi periplo viajero, si
me permiten, mundial. Hoy en México, donde resido, acumulo algo más de 500,000
kms recorridos desde aquel 1996 en que la moto BMW llegó a casa y un cáncer también,
no a mí, pero fue el primer aviso de que todo el mundo era endeble, frágil. Un momento agridulce y de cierto sentimiento de culpa. Recibía mi moto en la agencia y en mi casa recibían la noticia. Menos mal que de aquella se salió. Y es que cerca de la treintena andas en pleno despegue, eres creador de vida, nada ni nadie debe padecer males a tu alrededor y menos morirse. Eso pasa unos años después. Luego la vida empieza a dar zarpazos. Unos los
esquivas, otros pasan de largo. Ya tuve alguno de juventud que me alcanzó de
lleno y que con la distancia de los años no ves tan trascendente, aunque en su
momento lo fuera o me lo pareciera.
Todas
las palabras que me fueron marcando en el recorrido vital por su significado y
trascendencia. Jugaron en contra y a favor en distinto orden de magnitud en
diferentes tiempos. Hoy mi persona es el compendio de todas ellas y se ponderan
adecuadamente como a todo el mundo le pasa. Seguro.
El cine, escribir y leer, también forman parte de mí. No lo
he hecho todo el tiempo. Bueno, el cine , si. Esas tres cosas y la cocina, me
complementan, como se dice ahora. Son valor agregado jajaja.
Y tras este recorrido llegamos al tiempo presente. Por el
camino hemos hecho un gran viaje. El mejor de todos. El mas diverso y fascinante.
La vida. Si. Esa que ahora parece que todos a nivel global tenemos en riesgo y
que, sin quitarle valor a lo que está sucediendo, si quiero disminuir su
dramatismo.
Hoy ha llegado El Momento. El tiempo de tomar todas esas
palabras que me definen; como persona. Las que en el presente relato he
puesto en negrita y cursiva, y ponerlas en valor. Cada uno tiene las suyas y les
propongo juntarlas. Resulta asombroso como tirando de ellas, de
lo que representan nos daremos cuenta de cuan fuertes somos y de la capacidad
de adaptación que tenemos. Yendo a la
memoria, además, sin necesidad de irse lejos en el tiempo, descubriremos el
valor de las pequeñas cosas, que como de niños, adolescentes y tal vez de
adultos, hacíamos por obligación, por necesidad o por cotidianidad, por hábito.
Y cuantas otras a las que dimos valor, no lo tienen en absoluto.
Tiempos de oscuridad que no de oscurantismo. Perdimos la
capacidad de iluminar nuestro espíritu fuera, en la calle. La interacción
personal física cambia y no será igual. Pero no dejará de existir. Y dentro de
este tiempo de incertidumbre global, de liquidez permanente, dentro de este momento
encontramos formas de color. La multicanalidad que nos permite comunicarnos a
todas horas a casi todos, vernos, hablarnos, compartir tanto… . La luz en
muchas zonas del planeta que la naturaleza nos regala a diario, la lluvia que
nutre la tierra, el viento que todo o limpia. Y gestos. Gestos diversos que nos humanizan
(qué lejos nos fuimos y que sociedades tan egoístas hemos construido). Los
aplausos de las 8 de la tarde en España donde todos abren balcones, ventanas,
terrazas y aplauden a aquellos que en esta adversidad siguen luchando por el
bienestar de todos. Y así como un nuevo ritual se muestran unos a otros y se
presentan de edificio a edificio cuando antes ni siquiera sabían de su existencia.
-Tengo vecinos que ni conocía en mi vecindad, dice Laura.
-Joder que ni nos saludábamos en el ascensor, cuenta Pepe.
Hoy bajamos a dejar la basura, a comprar el pan cuando nos
toca (hay toque de queda) y nos miramos con miedo de contagiarnos pero sin
embargo disfrutamos de esos momentos de libertad, de salir a la calle.
Seguimos sumando color en varios países donde a determinadas
horas alguien abre su ventana y toca un instrumento. El otro día en un balcón uno empezó a tocar un teclado y otro con un saxo
a dos edificios le acompaño en una conocida melodía. Otros tiran de guitarra y
de armónica. No faltan los que le dan al canto, desafinado o no y que desatan
una risas en el vecindario. Algunos lo hacen realmente bien.
-No sabía que los de enfrente, cruzando la calle, encima del
bar, eran de un grupo conocido de música, cuenta María
Sacamos el conjunto de palabras y podemos intercambiarlas,
como cromos. Y hacer familias entre ella. Uno echa, responsabilidad sobre la
mesa. Dos pasan y el tercero echa un as de resistencia, otro un rey de
independencia y el quinto suela una sota de obligaciones. Carlos, dubitativo
lanza una carta y que cae boca abajo, se arrepiente. ¿Puedo cambiarla?,
pregunta. Noooooo, dicen todos. Dale la vuelta, le espeta Carla. Optimismo!!!!!
Ha soltado la carta de optimismo. Con razón le costaba dejarla pero, no te
agobies, estamos compartiendo. Estás dando de lo que tienes. Cada uno así lo
está viviendo. La sonrisa aparece en las
caras de todos Espera que me enchufo, que me quedo sin batería, pinche celular.
Ahí todos caen en que no están presentes, frente a frente, sino a través de la
red. Pero por un rato se imaginaron juntos, frente a una mesa, tequilas y
cervezas que no falten. Y lo están.
Seguimos sumando colores cuando Alejandra me cuenta que una vez
por semana se va de cena con sus amigas. Deciden preparar un plato, todas el
mismo pero por separado. Quedan a un hora, una de ellas pone la música y destapan el vino. Nos vestimos eh, no te vayas a creer. Nos vestimos y maquillamos. Todas guapas y, a las 21:00 nos conectamos.
Cenamos, charlamos brindamos, el vino y la viandas escogidas por consenso. Lo
pasamos estupendo y nos vemos más que antes. Unas están en Houston, dos, otra
en Miami y dos en La Ciudad de México.
O Lola que desayuna todos los días con sus padres, las 8:00
am de Lunes a Domingo. Por Skype. Y oyen el telediario juntos. Ya hasta
discutimos como siempre jajaja. Pero es que uno está en Ferrol, otro en Londres
y los padres en Madrid.
Y es que si plasmáramos todo en un lienzo, y pusiéramos como
hiciera Picasso en el Guernica todo lo que sentimos, la verdad. Veríamos todo
un mundo claro oscuro, como siempre. El color que aportamos cada uno, el de como
nos relacionamos pese al aislamiento físico en el que estamos. El de sabernos
atendidos por tanta gente que a diario se deja la piel para ello. Arriesgan.
También aquellos que aplauden como gratitud. Los
que se desesperan viendo la vida que escapa entre sus manos. Y hay tantos que
no tienen tiempo ni de quejarse ni de encerrarse. Simplemente subsisten. El miedo. El peor enemigo de todos frente al que
nos defendemos como podemos. Como sabemos. De nuevo hay quien no puede ni
permitirse tenerlo. La alegría de los que sanan y el espanto que dejan tras de
si, y la tristeza que albergan por lo vivido y el temor de ver al bicho de
nuevo, frente.
Agradecer que estamos vivos. Y ahora disfruto mi casa mas que
nunca. Salgo al balcón y las jacarandas me llena de color la sala. El tráfico
de los autos ha menguado y por tanto hay mas silencio. La calidad del aire ha mejorado mucho, la
contaminación ha disminuido. Hago nuevos amigos a través de la red y pese al
bombardeo de fake news y sobre información, en general, me llegan mensajes
positivos. Quizá por la infancia y educación que tuve. Tal vez por las experiencias
vitales que tuve. Por todas algunas palabras, de las que están en negrita y
cursiva, solo echo en falta dos de todas ellas: Viajar en Moto. El trabajo que
a veces maldije y otras alabé y disfruté también tanto, tal vez lo pierda, como
tanta gente. O tal vez no. Cierto que me pilla en medio de un downsizing
voluntario que ya había iniciado y, aunque me joda, seguro es la oportunidad de
armar de nuevo algo. ¿Perderé amigos?. Seguro. Forma parte de la vida. Es una
constante. Perder y ganar gente. ¿Conoceré más?. Seguro. Y como decían mis
abuelos, que en paz descansen, hay que tomarlas como vienen. Teniendo saludo…
todo es posible. Y sin renunciar a mi origen católico, seguiré teniendo FE; a
Dios rogando y con el mazo dando jajajaja.
Y como decía el cantante Antonio Flores, que en paz descanse,
solo le pido a Dios… .
Vuelvo a soñar, con
viajes y carreteras. Perderme junto al mar o en una montaña. Encontrar Bikers
en los lugares mas inesperados. Seguir creciendo
el C3M Motorrad MX con viajeros y hacer los ERiders de Viajeros. Sueño con ir
mas lejos aun y por mas tiempo. Cambia en que ahora pienso en compartirlo mas
con la gente, los amigos, conocidos, la familia…. Salir a comprar el pan vuelve
a ser una aventura,un espacio de libertad. Querré salir a hacer los recados. Caminar
por la calle dejaré de añorarlo y lo haremos de nuevo, cuando toque, como
cuando estudiaba. Primero la obligación y después la devoción. Las discusiones
familiares navideñas quiero volver a tenerlas. Porque estaremos vivos y aunque
acabemos hasta la madre a ratos unos de otros, seguiremos juntos.
Seguiré disfrutando un buen libro, un vaso de agua, una copa
de vino y un tequila, sin olvidarme del mezcal. Buscaré tiempo para tomarlo con
amig@s. Virtualmente también tiene sus ventajas. No hay que desplazarse, no
ocupas ni te ocupan espacio en casa y podemos hacerlo muchos a la vez sin
importar donde vivamos.
Seguiré dando gracias infinitas a todos los que arriesgan su
vida para que yo mantenga la mía. Y siento no tener el coraje y el valor, ni
los cojones, de hacer lo mismo por mis semejantes. Pero me quedaré en casa todo el tiempo que
haga falta, porque es lo único que ser hacer por ellos.
Arriba esos corazones viajeros!!!!!!!