
Madrid todo el mundo con su trajín. De aquí para allá. Con prisas. Sin pausas.¿De donde viene tanta gente a estas horas? ¿A dónde irán?. Es lo que tienen estas ciudades que sea cual fuere la hora del día, están atestadas por donde las mires. Sin embargo logramos hacernos un hueco y parar el tiempo, darle otro ritmo durante un buen rato para deleitarnos probando un trocito de historia. De nuestra historia del scooter.
Te acercas al garaje y allí entre alguna que otra joya aparece. Con su color vivo y rejuvenecedor una maravillosa lambretta 175 del 1962. Cierto que tiene algún achaque pero ¡a su edad…!.
Mi amigo Álvaro me realiza la siguiente proposición: quiero que la pruebes, que me digas como va. Yo, como me iba a negar. Y eso que al lado estaba su vespa, una px200 negra con disco de la misma generación que la mía. Y es que los dos compartimos la pasión por nuestras “avispas”. Bueno, también por las bmw K. Pero de las de siempre, ya me entendeis.
Y allí me ví. Álvaro montado en la vespa y yo en la lambretta. ¡Qué sensación!. Motor centrado igual a estabilidad por definición. Se me antojó pequeña y resuelta. Similar a otro querido cacharro primaveral que también menciono en el blog. Pues eso. Patada leve y a andar.
Es cierto que no es para batir records de velocidad pero ir montado en un pedacito de nuestra historia, en una leyenda con legión de seguidores en todo el mundo y en un artefacto anterior a mi nacimiento, no podía dejarme indiferente.
Su pot-puf-pof rot pop po pop es tan distinto al sonido de la vespa… Su manejo también salvo en lo esencial. Y esto es. Freno de atrás en el pié. Freno de delante en la maneta derecha. Cuatro velocidades con cambio manual en la mano izquierda. Esto es lo esencial. Para la época claro.
Pintona y resuelta. Agradable y fácil. Invita al paseo y ruta calma más que la prisa y rodar enchufao. Apenas un ratillo y te irías con ella. La cesta de mimbre y la manta sobre la rueda de repuesto en el transportín trasero, casco abierto, gafas de sol y a buscar un rincón donde merendar o desayunar. Mejor acompañado… de otra lambretta o vespa.
Madrid todo el mundo con su trajín. De aquí para allá. Con prisas. Sin pausas.¿De donde viene tanta gente a estas horas? ¿A dónde irán?. Es lo que tienen estas ciudades que sea cual fuere la hora del día, están atestadas por donde las mires. Sin embargo tomamos un hueco en el tiempo y nos detenemos para trasladarnos a otro momento.
Gracias a mi amigo Álvaro.
Te acercas al garaje y allí entre alguna que otra joya aparece. Con su color vivo y rejuvenecedor una maravillosa lambretta 175 del 1962. Cierto que tiene algún achaque pero ¡a su edad…!.
Mi amigo Álvaro me realiza la siguiente proposición: quiero que la pruebes, que me digas como va. Yo, como me iba a negar. Y eso que al lado estaba su vespa, una px200 negra con disco de la misma generación que la mía. Y es que los dos compartimos la pasión por nuestras “avispas”. Bueno, también por las bmw K. Pero de las de siempre, ya me entendeis.
Y allí me ví. Álvaro montado en la vespa y yo en la lambretta. ¡Qué sensación!. Motor centrado igual a estabilidad por definición. Se me antojó pequeña y resuelta. Similar a otro querido cacharro primaveral que también menciono en el blog. Pues eso. Patada leve y a andar.
Es cierto que no es para batir records de velocidad pero ir montado en un pedacito de nuestra historia, en una leyenda con legión de seguidores en todo el mundo y en un artefacto anterior a mi nacimiento, no podía dejarme indiferente.
Su pot-puf-pof rot pop po pop es tan distinto al sonido de la vespa… Su manejo también salvo en lo esencial. Y esto es. Freno de atrás en el pié. Freno de delante en la maneta derecha. Cuatro velocidades con cambio manual en la mano izquierda. Esto es lo esencial. Para la época claro.
Pintona y resuelta. Agradable y fácil. Invita al paseo y ruta calma más que la prisa y rodar enchufao. Apenas un ratillo y te irías con ella. La cesta de mimbre y la manta sobre la rueda de repuesto en el transportín trasero, casco abierto, gafas de sol y a buscar un rincón donde merendar o desayunar. Mejor acompañado… de otra lambretta o vespa.
Madrid todo el mundo con su trajín. De aquí para allá. Con prisas. Sin pausas.¿De donde viene tanta gente a estas horas? ¿A dónde irán?. Es lo que tienen estas ciudades que sea cual fuere la hora del día, están atestadas por donde las mires. Sin embargo tomamos un hueco en el tiempo y nos detenemos para trasladarnos a otro momento.
Gracias a mi amigo Álvaro.