Es 2008, y volviendo de Dolomitas decido cruzar los Alpes por el Stelvio.
Desde unos kilómetros antes ruedo junto a una pareja que viajan en un GSX 1100 R (del 87/88), en estado impecable. Un sinfín de recuerdos de adolescente vienen a mi mente de cuando leía, devoraba cuanta revista "de motos" caía en mis manos. Todo era futuro. Destinos infinitos. Viajes imposibles. "Cacharros" solo al alcance de unos pocos. Todo ello conformaba un hervidero de sueños.
Así entre mis preferidas por las que sentía devoción estaba la GSXR750R. No sabía que haría con ella si cayera en mis manos. Mi experiencia era muy limitada. Una RD350 ya me hubiera bastado (y a quien no?). No hablemos ya de las RD500 y las RG500 que aquí, en España ni siquiera conocíamos. Las 1100 eran un mundo irreal absoluto. Una órbita decididamente prohibida o como mucho restringida a los elegidos con amplia experiencia.
Me contaba Raúl de sus viajes por Hungría en una GSXR1100R, con pasajero y equipaje.
Hoy como digo he tenido la suerte de encontrarme con una... viajando. Una pareja de austríacos encantadores con quienes he compartido un buen rato que se nos hizo muy corto. Nos saludamos efusivamente al coronar el Stelvio aunque cada uno lo hizo a su ritmo. Llevábamos unos 150 o 200 de montaña juntos. En ruta nos conocimos y en ruta nos despedimos. Una foto para el recuerdo de dos viajeros estupendos. Portadores de una moto casi mítica a la que miman y cuidan y que forma parte de sus vidas desde que la compraron de segunda mano con solo un dueño anterior. En estado original y que llevaba ya diez con ellos.
Hoy ha sido un buen día.