Y como a tí me fascina la multiculturalidad, el color, el sabor; la luz de cada sitio que veo y al que llego. Unos más, otros menos. Aquellos de los que quedo prendado, para siempre.
Las rutas por donde transito. Los kilómetros de carretera que
recorro. Cruces de caminos. Paisajes agrestes, secos. Otros frondosos.
Verdaderos Vergeles. Soledad, silencio, bullicio y alboroto. Montañas, colinas
, desiertos, ríos y valles. Risas, sonrisas, gritos, enfados, alegría,
tristeza, sollozos, llantos. El Casco, testigo y juez inapelable ante el que
desnudamos los sentimientos. Encapricharme de una mirada que encuentro sin buscarla. Pensarte sin conocerte ni saber si existes. Los sueños y las pasiones. Esa música o esos versos que vienen a la mente y durante kilómetros los llevas contigo.
Es lo que quedará,
cuando el viaje acabe. La familia que te trajo al mundo, te crió, te educó. Los
amigos que te acompañaron, presentes o en remoto ; los que estuvieron ahí aunque
no te entendieran o a los que no hiciste caso. La pareja o parejas si las hubo. Toda la gente que fuiste conociendo a lo largo del camino y los que ya no están.
Los millones de imágenes que quedaron en tus retinas prendidas. Todo ello siempre sintiendo el
ronronear del motor, respirando a pleno pulmón, que va cortando el aire. Y tú. Al
manillar.