Llegas al garaje y comienza el ritual. Vas dejando casco, guantes, el pesado tres cuartos de cordura, todo apilado sobre el asiento de tu máquina. Las bolsas en el suelo con el resto de enseres que te llevarás de viaje. Abres el topcase y vas colocando cosas. Una bolsa, un chubasquero por si acaso, un segundo par de guantes, botas cortas. El aceite motor que siempre hay que llevar. Los triángulos. El antirrobo que has quitado. Creo que llevo hasta un paraguas y alguna prenda de abrigo, para tenerla a mano por si acaso.
A continuación le toca el turno a las maletas laterales. Abres las tapas e introduces en cada una su bolsa. Cierras con cuidado de no “morder” los bordes y echas el cierre.
Ya puedes dejar el casco sobre el top aprovechando que éste es plano y que ya no hay que abrirlo y te permite operar mejor sobre el resto de la moto.
Continúas montando la bolsa sobredepósito en la que llevas en su funda el mapa con la ruta marcada y dentro pues cosas de primera mano. Móvil, botella de agua, dinero para los peajes y la gasolina. Linterna etc.La libreta. Que no se me olvide. Mi fiel compañera de viaje en la que anoto cada gasto, cada reportaje y donde se produce, los kilómetros que haces cada día. A veces algún cuaderno en el que anotar impresiones sobre un tramo, una ciudad o un pueblo. Alguna anécdota por ejemplo.
Fijada la bolsa le toca el turno al gps. Lo montas en su soporte. Aseguras el cierre con llave y lo dejas listo para conectar al casco.
Miras alrededor para asegurarte que no dejas nada fuera. Haces el repaso con la checklist en mano. Llevo esto, lo otro, lo de más allá. Las llaves de repuesto (importantes). Herramientas (por si acaso).
Todo está listo.
Introduces la llave, pones el interruptor en on y pulsas el botón mágico de arranque.
Brum, Brum Brum. Un sonido ronco, metálico suena por el escape. Algo amplificado por las maletas de aluminio y el recinto cerrado de garaje. Notas tu pulso como se ha ido acelerando desde hace un rato y ahora está estable un poco más alto de lo habitual.
Te pones la chaqueta, ajustas cremallera, botones, puños y cuello. Te mueves para asegurarte que estás cómodo. Mientras ves la luz del potente faro proyectada en la pared de enfrente. Y el motor va tomando temperatura de servicio. Aparece la primera raya en el visor. Te está esperando. Ajustas tu casco y abres la visera para tener aire.
Bajas la moto del caballete central. Te subes a ella y empiezas a rodar con prudencia por el garaje rumbo a la rampa que te llevará a la calle.
Por fin sales. Ves la luz del día. Hace algo de fresco, es temprano y se agradece. No obstante ese cielo azul completamente despejado hace presagiar un día caluroso y largo. ¡Qué importa!.
Doblas la esquina de tu calle. La que confluye con una de las arterias principales. Te incorporas a ella y tras algunos semáforos y en mi caso rotondas llego a una vía de circunvalación.
A continuación le toca el turno a las maletas laterales. Abres las tapas e introduces en cada una su bolsa. Cierras con cuidado de no “morder” los bordes y echas el cierre.
Ya puedes dejar el casco sobre el top aprovechando que éste es plano y que ya no hay que abrirlo y te permite operar mejor sobre el resto de la moto.
Continúas montando la bolsa sobredepósito en la que llevas en su funda el mapa con la ruta marcada y dentro pues cosas de primera mano. Móvil, botella de agua, dinero para los peajes y la gasolina. Linterna etc.La libreta. Que no se me olvide. Mi fiel compañera de viaje en la que anoto cada gasto, cada reportaje y donde se produce, los kilómetros que haces cada día. A veces algún cuaderno en el que anotar impresiones sobre un tramo, una ciudad o un pueblo. Alguna anécdota por ejemplo.
Fijada la bolsa le toca el turno al gps. Lo montas en su soporte. Aseguras el cierre con llave y lo dejas listo para conectar al casco.
Miras alrededor para asegurarte que no dejas nada fuera. Haces el repaso con la checklist en mano. Llevo esto, lo otro, lo de más allá. Las llaves de repuesto (importantes). Herramientas (por si acaso).
Todo está listo.
Introduces la llave, pones el interruptor en on y pulsas el botón mágico de arranque.
Brum, Brum Brum. Un sonido ronco, metálico suena por el escape. Algo amplificado por las maletas de aluminio y el recinto cerrado de garaje. Notas tu pulso como se ha ido acelerando desde hace un rato y ahora está estable un poco más alto de lo habitual.
Te pones la chaqueta, ajustas cremallera, botones, puños y cuello. Te mueves para asegurarte que estás cómodo. Mientras ves la luz del potente faro proyectada en la pared de enfrente. Y el motor va tomando temperatura de servicio. Aparece la primera raya en el visor. Te está esperando. Ajustas tu casco y abres la visera para tener aire.
Bajas la moto del caballete central. Te subes a ella y empiezas a rodar con prudencia por el garaje rumbo a la rampa que te llevará a la calle.
Por fin sales. Ves la luz del día. Hace algo de fresco, es temprano y se agradece. No obstante ese cielo azul completamente despejado hace presagiar un día caluroso y largo. ¡Qué importa!.
Doblas la esquina de tu calle. La que confluye con una de las arterias principales. Te incorporas a ella y tras algunos semáforos y en mi caso rotondas llego a una vía de circunvalación.
Respiras hondo al tiempo que ves el fluir de coches y alguna moto que se encaminan al trabajo, El gps comienza a darte las primeras órdenes. Abres ligeramente la pantalla de tu casco y una leve brisa refresca tu cara. Miras al frente y dejas escapar una amplia sonrisa bajo el casco que solo tu entiendes. Da igual si hace sol, si llueve. Es tu día y es espléndido.
Son las ocho de la mañana, por delante un montón de horas de luz y kilómetros a triturar. Hoy comienza tu viaje.
Dedicado a todos los que ya están en ruta o preparando el que será su viaje. Y a los que vuelven con mil imágenes en las retinas y otras tantas historias en sus memorias y el recuerdo indeleble de los días disfrutados sólos o acompañados a lomos de sus "cacharros".
Son las ocho de la mañana, por delante un montón de horas de luz y kilómetros a triturar. Hoy comienza tu viaje.
Dedicado a todos los que ya están en ruta o preparando el que será su viaje. Y a los que vuelven con mil imágenes en las retinas y otras tantas historias en sus memorias y el recuerdo indeleble de los días disfrutados sólos o acompañados a lomos de sus "cacharros".