Dice la vieja sabiduría popular que el saber se transmite de padres a hijos.
También que nos pasamos una etapa de la vida escuchando a nuestros padres; otra diciendo ¡qué cosas tiene mi padre!, y aun queda otra en la que la expresión pasa a ser ¡qué razón tenía mi padre!.
Y diréis que tiene que ver con los cacharros. Pues bien. Todo es a colación de que bien que me hubiera gustado, de entre todo lo que aprendí y aprendo de mis padres, haber aprendido a andar en moto. Haber rodado y cacharreado con ellos.
De algún modo me inculcaron la afición. Me hicieron partícipes de su preocupación y disfrutan de mis charlas de cacharros, viajes y aventuras. No aprendí sin embargo lo que hoy es mi mayor pasión. Rodar en moto.
Pude ver entre amigos de la infancia, con envidia, como algunos aprendían a montar en moto con los Vespinos, Cotas 25, 74, 348 etc, alguna Bultaco… .Como la del padre de Ramón. Una estupenda Frontera azul. Hacíamos cola para que nos llevara en ella. Recuerdo las Minicross de Puch, la Cóndor y la Cobra etc. La R100Rt Aniversario en la que siendo muy pequeño me dieron un paseo y mis piernas (hoy mido un metro noventa) de aquellas casi no llegaban a los estribos.¡Me cautivó!. Sus maletas, su gran carenado, sus llantas doradas. Su sonido.
Fui testigo como digo de cómo algunos tenían la suerte de vivir ese ambiente motero en casa y que sus progenitores les enseñaran el mundillo, las destrezas y habilidades que requiere la conducción en moto, etc. Tiempo después, ya con moto, conocí y compartí viaje con amigos coincidiendo a su vez con sus padres, en el mismo grupo, con monturas distintas. Pude ver la satisfacción que mostraban unos al compartir afición con los otros.
Pues bien este fin de semana pasado. En las cercanías de Madrid, al amparo de un paraje ciertamente bello y un día resplandeciente encontré a un padre y a un hijo. Con sendas clásicas. Lógicamente, como es menester, departí con ellos durante un rato. Charlamos de nuestros cacharros, del trabajo de restauración que habían hecho. Del buen andar de sus máquinas y de lo más sorprendente y que ha dado origen a esta historia. De cómo enseñaron a montar a su padre en moto, le restauraron una y la pusieron a su disposición. Contaba el padre con orgullo la historia de su afición. La de sus hijos y como éstos le enseñaron. Aprender y obtener el carnet a los sesenta me contaba el padre. El hijo, que lo acompañaba lo miraba orgulloso, esbozando una sonrisa franca y mirándole de reojo. ¡Que mayor placer que poder compartir esta afición con mis hijos!. Me prepararon la moto, mira como está. Con sus cromados. Tenías que haber visto como estaba cuando la compraron. Y tienen unas cuantas más.!Qué afición y qué trabajo llevan!- Me dijo.
Da gusto verlos rodar. Charlar con ellos aun mas. Un ejemplo de que no hay edad para aprender sino ganas y oportunidad. Un placer encontrarlos. Departir con ellos y una envidia sana.
Quiero dedicar este texto a todos los padres y a sus hijos. Y en especial, a los míos claro está.
Saludos.
También que nos pasamos una etapa de la vida escuchando a nuestros padres; otra diciendo ¡qué cosas tiene mi padre!, y aun queda otra en la que la expresión pasa a ser ¡qué razón tenía mi padre!.
Y diréis que tiene que ver con los cacharros. Pues bien. Todo es a colación de que bien que me hubiera gustado, de entre todo lo que aprendí y aprendo de mis padres, haber aprendido a andar en moto. Haber rodado y cacharreado con ellos.
De algún modo me inculcaron la afición. Me hicieron partícipes de su preocupación y disfrutan de mis charlas de cacharros, viajes y aventuras. No aprendí sin embargo lo que hoy es mi mayor pasión. Rodar en moto.
Pude ver entre amigos de la infancia, con envidia, como algunos aprendían a montar en moto con los Vespinos, Cotas 25, 74, 348 etc, alguna Bultaco… .Como la del padre de Ramón. Una estupenda Frontera azul. Hacíamos cola para que nos llevara en ella. Recuerdo las Minicross de Puch, la Cóndor y la Cobra etc. La R100Rt Aniversario en la que siendo muy pequeño me dieron un paseo y mis piernas (hoy mido un metro noventa) de aquellas casi no llegaban a los estribos.¡Me cautivó!. Sus maletas, su gran carenado, sus llantas doradas. Su sonido.
Fui testigo como digo de cómo algunos tenían la suerte de vivir ese ambiente motero en casa y que sus progenitores les enseñaran el mundillo, las destrezas y habilidades que requiere la conducción en moto, etc. Tiempo después, ya con moto, conocí y compartí viaje con amigos coincidiendo a su vez con sus padres, en el mismo grupo, con monturas distintas. Pude ver la satisfacción que mostraban unos al compartir afición con los otros.
Pues bien este fin de semana pasado. En las cercanías de Madrid, al amparo de un paraje ciertamente bello y un día resplandeciente encontré a un padre y a un hijo. Con sendas clásicas. Lógicamente, como es menester, departí con ellos durante un rato. Charlamos de nuestros cacharros, del trabajo de restauración que habían hecho. Del buen andar de sus máquinas y de lo más sorprendente y que ha dado origen a esta historia. De cómo enseñaron a montar a su padre en moto, le restauraron una y la pusieron a su disposición. Contaba el padre con orgullo la historia de su afición. La de sus hijos y como éstos le enseñaron. Aprender y obtener el carnet a los sesenta me contaba el padre. El hijo, que lo acompañaba lo miraba orgulloso, esbozando una sonrisa franca y mirándole de reojo. ¡Que mayor placer que poder compartir esta afición con mis hijos!. Me prepararon la moto, mira como está. Con sus cromados. Tenías que haber visto como estaba cuando la compraron. Y tienen unas cuantas más.!Qué afición y qué trabajo llevan!- Me dijo.
Da gusto verlos rodar. Charlar con ellos aun mas. Un ejemplo de que no hay edad para aprender sino ganas y oportunidad. Un placer encontrarlos. Departir con ellos y una envidia sana.
Quiero dedicar este texto a todos los padres y a sus hijos. Y en especial, a los míos claro está.
Saludos.
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